Ejercicio 6 a la ratatouille.

Publicado por klonher Ricardo
Hace un par de días me llego ese aroma que me hizo volver a mi niñez, ese tan característico olor de la comida de mi abuela, ese vaporcito gourmet que olfateaba y suspiraba cada que me servía en mi plato esas deliciosas enchiladas suizas con las que me podrían envenenar y moriría con gusto. Ese olor picosito al cual me rindo en el primer momento y cada que tengo oportunidad degusto, todas las tardes regresan a mi mente y vuelvo a ser un infante y cual estampa, como soldado romano armado con cuchillo y tenedor pedía ración doble.


Al colocar cada bocado recuerdo aquel delantal, esas manos que me acariciaban la cabeza mientras devoraba aquel suculento platillo y ella solo esbozaba una sonrisa, ese momento debió haber quedado en una pintura de algún artista porque la escena era de lo más tierno, mostraba aquel amor de abuela que nunca podre olvidar, el solo hecho de sentir que ella era feliz por la gracia que tenia yo al engullir aquella delicia. Quedaba cual cerdito en chiquero todo sucio y manchado de toda la boca. La recuerdo con una alegría especial porque hace algunos años partió de nuestro lado.

Tal vez por estas fechas el recuerdo se torna más recurrente por esta tradición de día de muertos y en la ofrenda siempre estará su foto presente y esas enchiladas que de solo pensarlas se me hace agua la boca y siento como si ella me las preparara.

Ejercicio 5 Yo, ella y El

Publicado por klonher Ricardo
Este ejercicio me tomo tiempo escribirlo por que la verdad no me topaba con ninguna pareja, pero hoy sucedió.

Es una pareja muy normal, bueno eso parecía, al primer momento me dio la impresión de que solo eran novios, puesto que ninguno de los dos tenían argollas en los dedos. Ella se notaba contenta platicadora y muy a gusto, el solo la miraba muy enamorado pero no pronunciaba una sola palabra, se denotaba que había terminado su turno en el trabajo, ella contaba los acontecimientos en el día, el intentaba tomarla de la manos a lo que ella solo lo rechazaba con un gesto de descontento.

Durante el trayecto solo se podía ver que ella se sentía un poco incomoda, ignoro la razón, a el solo parecía impórtale cogerla de la mano para denotar su amor ante los demás pasajeros, al cabo de un tiempo ella cedió y solo los embargo un silencio, algo incomodo para los demás.

El fin del viaje termino el desabordo primero, sin mostrar algún gesto de caballerosidad, aunque a ella no le importo o lo ignoró, tal ves siempre a sido así.

Me imagino el momento en el que se conocieron, en el trabajo el la invito a comer y ella accedió, cuando llego el momento de entablar una platico ella tomo la batuta, el solo observo como las palabras salían de su boca, imaginándola en algún lugar especial, su paraíso. Tras una larga charla se quedaron de ver en algún otra ocasión, en la cual el, le declaro su amor, tras haberlo callado un tiempo, si ella aceptara el seria el hombre mas feliz del mundo y por lo visto si lo es.

El amor puede ser de tantas maneras, pero al final siempre es una mal necesario.

Ejercicio 4 Adivina adivinador

Publicado por klonher Ricardo
Mi objeto favorito no es uno en particular, de hecho es una función de algún objeto, pues bien me hago acompañar de él en todo momento, por las noches me arrulla y durante el día me alegra, se mimetiza con mi estado de ánimo y por lo regular está ahí para hacerme compañía.
Mi objeto que ahora realiza dicha función es pequeño, tímido, hace todo para pasar desapercibido aunque su familia es muy ostentosa, sobrio, sencillo pero cotizado, por cierto, siempre tiene algo que decirme al oído.

Mi objeto favorito es...

Ejercicio 3 Sueño que vivo

Publicado por klonher Ricardo
Como cada noche me dispongo a dormir y hoy no será la excepción, me recuesto en la cama y no puedo conciliar el sueño, doy vueltas y vueltas cual perro antes de echarse, pero ni así, prendo un cigarrillo y cuando le doy el primer suspiro es una galleta de chocolate, la suerte cambio al fin, pues ya no tendré cáncer pulmonar, disfruto cada mordida de ese cigarrillo de chocolate. Al abrir y cerrar los ojos estoy en la cocina preparando mi plato de cereal como cada mañana antes de ir al trabajo, extrañamente no lo puedo comer me comienzo a asustar, la galleta no se acaba parece ser infinita y comienzo a toser de mi boca sale café tan amargo que no lo resisto mi piel se hace pegajosa, me comienzo a fundir en una extraña mezcla de galleta, café y piel. Intento moverme pero todo esfuerzo es inútil, solo provoco mas mi adherencia al suelo, es como estar en arenas movedizas, cada movimiento hace que pierda la vertical, me acaba el cereal se cae encima de mi, la suerte me da la espalda, estoy jodido. El tic-tac del reloj solo acelera la deformidad de lo que soy ahora, no puedo mover un dedo, de hecho ya no tengo dedos, soy una masa pegajosa, negra y muy asquerosa.

Lo bueno que era un sueño, lo malo es que ahora no puedo dormir.

Ejercicio 2 Mente Criminal

Publicado por klonher Ricardo
Hoy comienzo una nueva etapa decidí tomar un taller de escritura on-line, y es que quiero mejorar mi forma de escribir y de hecho este taller lo encontré gracias a un podcast el taller es de la famosa escritora Miranda Hooker A.K.A. @locadelamaceta y seguiré firme sus ejercicios les recomiendo que si les gusta eso de las letras pues se den una vuelta por su blog letras para todos, bueno sin mas comentarios aquí va el primer ejercicio espero lo disfruten, comenten y deséenme suerte.

Recuerdo muy bien ese momento cuando me dejaste, cuando sin piedad, te veía como me destrozabas, como el auto de mi vida a mil por hora y se detenía de golpe, se estrellaba con un poste, no quisiste usar un bolígrafo para escribir con sangre este adiós, el adiós más difícil de mi vida.


Quisiera omitir de mi vida esta trago amargo que me marco la existencia, recuerdo que sin piedad cogiste un cuchillo mantequillero y lo clavaste en mi corazón, luego como mermelada lo decidiste untar en un trozo de pan viejo, lamoso y me los diste a comer, me pregunto en silencio por las noches, por que cometiste tan grave crimen que por mucho que le doy vueltas y aprieto mis oídos no puedo dejar de escuchar las polifonías que solo repiten tu nombre, solo tengo que agradecer que me dejaste moribundo y no me mataste, aunque ahora lo deseo con toda el alma, también te agradezco que me hayas arrancado el corazón de golpe pues ahora ya no siento nada.

 
De todo eso solo me queda un trusa que me recuerda las noches que pasamos juntos y dudo mucho que tu recuerdes, no puedo hablar por ti, pero se que en algún momento de tu vida te acordaras de mi duende.


Saludos ^_^

Relato ocho: El Amor...

Publicado por klonher Ricardo
Gracias a la vida que me regalo la capacidad para amar, gracias a las personas a las que ame y a las que me amaron pero en especial a una...
El amor es tan cruel que hace que uno actué como un idiota, hace de la persona mas consiente alguien muy imprudente, hace de todo hombre un niño, hace renegar cada vez que se va, hace que te duela el corazón, te hace tocar el cielo y también besar las piedras de las duras caídas que te pone, te hace acariciar el paraíso y en el mismo segundo te hace arrodillarte en un infierno en el que decides vivir por mucho tiempo, te hace ser la persona mas feliz del mundo pero también te hace desear la muerte cuando este desaparece, el amor es tantas cosas cuando lo tienes y es nada cuando esta ausente, el amor una palabra de solo cuatro letras que significa mucho mas de lo que tu imaginación pueda concebir, el amor es el responsable de muchas historias, es la causa por cual vives, pero a la ves es la causa por la cual algunos nos podemos morir en vida, el amor es indescriptible pero sabes cuando estas frente a el, el amor es sinsabor pero te deja un buen sabor de boca, el amor no tiene ningún olor pero lo idénticas con la nariz cuando se acerca, al amor no lo puedes tocar pero te estremece todos los sentidos cuando lo compartir con quien amas, el amor no se puede medir pero intentas demostrarlo cada ves que te lo propones, el amor es un sentimiento tan bello cuando es bien correspondido y el la cosa mas cruel cuando no lo es, la vida es muy hermosa cuando amas y cuando no lo haces la vida es una puta, el amor es la razón de vivir pero también es una razón para morir, el amor es lo mejor que te puede suceder pero es lo peor cuando no lo tienes, el amor es disfrutar y sufrir, es compartir y guardar los mas intimos secretos,el amor es reir y llorar, es disfrutar y sufrir, el amor sana cualquier herida que tengas en el alma pero siempre dejara una abierta, por que aunque no lo quieras, el amor como todo en la vida se acaba, y siempre hay un final trágico, el amor es dar sin esperar nada a cambio, el amor es la mejor forma de saber si esta vivo y la peor forma de querer morir, el amor es despertar por la mañana y querer seguir vivo, el amor es responsable de que aquella tarde lluviosa se transforme el en mejor recuerdo de tu vida, el amor es por lo que escribo esto y la razón por lo que siga haciendo, ahora cuando no lo tengo me siento tan vacío pero también me siento afortunado de poder haber amado a alguien con todo mi alma...

se que estará leyendo esto y si sabe quien es, solo quiero que sepa que la amare por siempre, no puedo cambiar al mundo pero si cambiaría su mundo...

Recuerdo que una vez...

Publicado por klonher Ricardo
Recuerdo que una vez hice un post a una persona muy querida... El hombre es un dios en ruinas" a lo que me respondiron: "pero tambien es un dios que crea"... adjuntando esto si mal no me equivoco...

Las ruinas circulares
Jorge Luis Borges

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.

El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.

Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.

A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.

Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.

Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.

En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.

El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.

Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.

Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.

El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

fuente del texto ciudad seva

Recuerdo que nunca le di las gracias... ^_^