Un asno, al ver que se acercaba un lobo y no podía escapar del enemigo tan temido, simuló encontrarse cojo. Acercándose el lobo, le preguntó la causa de su cojera. El asno respondió que al saltar un cerco se le había introducido una espina y que prefería morir antes que seguir soportando dolor tan agudo.
-Quítame, por favor, esta espina, señor lobo, y devóreme cuando guste, sin miedo a lastimarse la boca.
El lobo se dejo convencer mansamente, pero, al levantar la pata del borrico para examinarla atentamente, recibió tan terrible coz que se quedó sin un sólo diente.
El lobo mal herido, llorando su desventura, dijo:
- Bien merecido lo tengo, porque siendo mi oficio de carnicero, ¿Cómo se me ocurrió hacer de curandero?
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Moraleja: Hablemos con razón: No tiene juicio, quien deja el propio por ajeno oficio.
De: Félix María Samaniego
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